¿Sabes realmente qué ocurre cuando alguien denuncia una irregularidad en tu organización? ¿Tienes un protocolo claro, documentado y operativo… o solo una buena intención? La mayoría de las empresas cree estar preparadas, hasta que llega la primera denuncia. Y entonces, sin una plantilla de protocolo de gestión de denuncias para el canal ético, lo que debería ser un proceso claro y protector se convierte en un riesgo jurídico, reputacional y operativo.
Desde el primer momento, contar con un procedimiento bien definido es obligatorio, no opcional. De hecho, disponer de un canal sin un protocolo sólido es uno de los errores más comunes que observamos al implantar el servicio de Canal ético.
Lo que muchos no ven es que el verdadero riesgo empieza después de la denuncia
Tener un buzón o una plataforma habilitada es solo el primer paso. ¿Qué pasa después? ¿Quién recibe la información? ¿Cómo se analiza? ¿Quién garantiza la confidencialidad? ¿Cómo se documenta todo?
Este es el punto crítico donde muchas organizaciones caen en incumplimientos que, en caso de inspección, acarrean sanciones graves y exposición pública.
Puede que pienses que un procedimiento interno sencillo basta. Pero la Directiva (UE) 2019/1937 y su transposición en la Ley 2/2023 imponen requisitos precisos:
– Trazabilidad completa del proceso.
– Designación de un responsable autónomo e imparcial.
– Plazos legales estrictos para acusar recibo, investigar y comunicar resultados.
– Y sobre todo: proteger al denunciante en todo momento.
Este error lo hemos visto decenas de veces…
Empresas que, ante una denuncia real, improvisan respuestas, vulneran derechos o exponen sin querer la identidad del informante. O lo contrario: procesos tan lentos o confusos que desmotivan cualquier intento de colaboración interna.
El resultado es doblemente negativo: riesgo legal + pérdida de confianza organizacional.
Y lo peor es que muchas veces creen estar cumpliendo… porque tienen un canal abierto.
¿Estás seguro de que tu protocolo recoge lo que exige la ley, y lo que espera tu equipo? Porque no se trata de tener un documento genérico: se trata de tener una plantilla operativa, adaptada a tu realidad y activable en cualquier momento.
Costes ocultos de no actuar ahora
– Multas de hasta 1.000.000 € por incumplimientos graves.
– Denuncias externas innecesarias por falta de confianza en el canal interno.
– Pérdida de reputación interna y externa.
– Procedimientos judiciales por mala gestión o filtraciones.
– Clima organizacional deteriorado por falta de respuesta eficaz.
La gestión de denuncias no es un trámite, es una palanca de mejora… o una bomba de relojería. Por eso, dentro de la implantación del Canal ético, la elaboración personalizada del protocolo es una pieza crítica. No sirve un modelo descargado de internet. Necesitas un enfoque legal, operativo y humano.
Antes de que llegue la primera denuncia —y llegue mal—, asegúrate de tener una plantilla de protocolo de gestión de denuncias para el canal ético validada, clara, adaptada y que no deje cabos sueltos.
En Audidat analizamos tu situación, adaptamos el procedimiento y te damos soporte completo, sin rodeos, sin letra pequeña y sin necesidad de compromisos previos.
Todo dentro del servicio de Canal ético.
Preguntas frecuentes
¿Es obligatorio tener un protocolo de gestión de denuncias?
Sí. La Ley 2/2023 lo exige para cualquier entidad obligada a disponer de un canal interno. El protocolo debe estar documentado y ser funcional.
¿Puede usarse una plantilla genérica?
No es recomendable. Cada organización tiene su estructura, roles y riesgos. La plantilla debe adaptarse a la operativa real para ser útil y cumplir.
¿Quién debe encargarse de gestionar las denuncias?
Una persona o departamento designado como responsable, con formación, imparcialidad y medios para actuar conforme a la ley.
¿Qué plazos hay para responder a una denuncia?
La ley establece un máximo de 7 días para acuse de recibo y 3 meses para la resolución y comunicación del resultado.
¿Qué pasa si no tengo protocolo y recibo una denuncia?
Podrías estar incurriendo en un incumplimiento legal, con consecuencias económicas, reputacionales y jurídicas.